Las Pastorcitas de Fátima, servidoras de la Sacristía


Su inspiración: Los Pastorcitos de Fátima

Hijos del matrimonio formado por Manuel Pedro Marto y Olimpia de Jesús dos Santos, Francisco y Jacinta nacieron en Aljustrel el día 11 de junio de 1908 y 11 de marzo de 1910, respectivamente. Sus padres, humildes agricultores y piadosos cristianos, les dieron una sana educación moral y religiosa. Los dos videntes aprendieron la doctrina cristiana en la familia y en la catequesis que la tía materna, María Rosa dos Santos, enseñaba a los niños del pueblo. Según la costumbre, no frecuentaron ninguna escuela, una vez que no existía en la población ninguna y que, cuando fueron establecidas Jacinta ya estaba enferma y Francisco pudo ir muy pocas veces a ella.
Los dos niños, desde la más tierna infancia mostraron gusto por la oración, la prudencia en la elección de las amistades y un sereno espíritu de obediencia. En cuanto pudieron, comenzaron a trabajar en el pastoreo del rebaño, acompañados muchas veces por su prima Lucía que también era pastora de ovejas. De este modo, los tres niños, unidos por una gran amistad, pasaban el día entero en esta actividad que, a pesar de ser costosa para los niños, la ejecutaban con placer, porque les dejaba tiempo para jugar, para rezar, y les permitía gozar de las bellezas de la naturaleza.
Lo que inesperadamente cambió sus vidas se dio en el año 1916, cuando vieron en tres ocasiones a un ángel que les exhortaba a rezar y a hacer penitencia por la remisión de los pecados y para obtener la conversión de los pecadores. A partir de este momento, los niños aprovechaban todas las ocasiones para hacer lo que el ángel les pedía.
Desde el día 13 de mayo hasta el 13 de octubre de 1917, tuvieron ellos el privilegio de ver y oír varias veces a la Virgen María en la Cova de Iría. Llenos de alegría y gratitud por el don recibido, quisieron inmediatamente responder con todas las fuerzas al apelo de Nuestra Señora, que les pidió oraciones y sacrificios en reparación de los pecados que ofenden a Dios y al Inmaculado Corazón de María, bien como por la conversión de los pecadores.